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Pascal es la nueva “Mano de Piedra”

Porbirria

Abr 4, 2007

4 de abril de 2007

Es una boxeadora rechazada por Panamá, pero el boxeo en general la quiere.
Birriapanama.com reproduce un excelente trabajo aparecido en el Tiempo de Bógota, Colombia, donde entrevista y hablan sobre nuestra campeona mundial, Ana Pascal.

La boxeadora panameña Ana Pascal es la nueva 'Mano de piedra' y no tiene quién le gane

De niña peleaba en la calle, después en la cárcel y ahora en la lona profesional. Acostumbrada a que le digan que no es una mujer, se enfrenta a quien sea. En Cartagena acaba de vencer a Paola Rojas.

Te van a noquear, te van a noquear… era el coro que la rodeaba camino al ring. Ella respondía con: "Venceré, en nombre de Jehová". El Coliseo de Combate en Cartagena estaba lleno. La noche del 23 de marzo invitaba a cuatro peleas de hombres y una de mujeres, que acaparaba la atención: la lucha por el título mundial welter junior entre Pascal y la colombiana Paola Rojas.

Una hora antes del combate,Rojas hablaba con amigos y se dejaba filmar por el coliseo. Pascal se guardó en el camerino sin ver a nadie. Sus ojos parecían estar en otra parte, como concentrados en odiar.

Cuando anunciaron el inicio de la pelea, la panameña salió alardeando su cinturón de campeona mundial. En el ring, Paola la miraba de reojo. Pascal daba salticos en sus Skechers amarillos, pantaloneta blanca y top blanco. Ningún protector en su pecho. "Para qué. Mi pecho completo es músculo", diría después.

En medio del combate, alguien del público gritó: "Es como ver a un hombre pegarle a una mujer". Pascal sabe que piensan así de su físico. En Colombia, Nicaragua, Curazao, ha tenido que someterse a exámenes médicos para que comprueben que es mujer. "Nací mujer, soy mujer", repite ella.

Del primero al último asalto, en Cartagena, sucedió lo mismo: la colombiana en las cuerdas a expensas de Pascal. En los descansos, Paola tomaba agua, recibía masajes, curaciones, consejos. Ana caminaba sin asomo de fatiga.

El jurado dio su veredicto:la panameña retuvo el título mundial de la UBC. Al oírlo, se dio la bendición y se arrodilló. Se fue al camerino perseguida por gente que quería tocarla. Ella quería descansar.

Al día siguiente, Ana nos recibe en el hotel donde se hospeda en Cartagena, situado en una de las zonas más peligrosas de la ciudad. Una calle de Getsemaní que los propios vecinos definen como riesgosa.

Se sienta en una mecedora y durante la entrevista no deja de moverse, a veces rápido, a veces lento, según la pregunta. Por momentos sonríe y muestra sus seis dientes de oro de 18 quilates cada uno. En el brazo izquierdo tiene tatuados dos guantes; en el derecho, una biblia con los salmos 23 y 35. Empieza por contar que nació en Colón, Panamá.

-¿Hace cuánto?

-Yo digo que tengo 39 años porque me gusta mantener el misterio. Pero no es verdad.

Quizá tenga cuatro más.

Nació en un barrio pobre y de niña ayudaba a la familia vendiendo mangos y recogiendo cangrejos. Su papá fue el primero en soñar con un ring, pero terminó de entrenador. Al salir de la escuela, Pascal (su abuelo era francés) se iba al gimnasio donde él trabajaba. Pasaba sus horas peleando contra un saco de arena.

La primera vez que le pegó a alguien fue a una niña del barrio que la molestaba. Luego siguió peleando con niños y a todos los vencía. A su mamá le llegaba la noticia: "Doña Virginia, Ana está dándose puño en la calle". No la regañaba. A sus padres les gustaba que peleara. Los ídolos de su mamá eran Muhammad Alí y 'Mano de piedra' Durán.

Adolescente, Pascal viajó con su familia a Estados Unidos, "a tratar de mejorar la vida". En Brooklyn entró a la delincuencia. Consiguió un revólver y se dedicó a robar.

-¿Era parte de una banda?

-Nada de bandas. Siempre he sido sola -dice y mueve rápido la mecedora. Mi mente es fuerte; no me dejo influir.

Muestra sus manos, con siete anillos gruesos de oro, y recuerda que disparó armas de varios calibres. Le gustaba hacerlo, pero dice que nunca mató a nadie. Terminó detenida por robo a mano armada.

El tiempo en prisión lo usó para fortalecer su cuerpo. Peleaba con los guardias y con las presas. "Nunca me ha gustado el abuso. Si veía que se la estaban montando a una compañera, yo la defendía. A muchas les rompí la cara". Soportó días enteros en celdas de castigo y los psicólogos le recetaron medicinas que se negó a tomar. Bajaba la agresividad con el ejercicio. "Agotaba mi cuerpo para poder dormir".

En 1997 su madre murió. Ese mismo año, Ana decidió ser boxeadora profesional. Como señal de duelo por su mamá, se cortó el afro que usaba y desde entonces mantiene su cabeza rapada. "Se lo ofrecí a ella", dice. También le prometió ser campeona mundial.

Sin rivales

Al salir de prisión, regresó a Panamá y se contactó con el entrenador Carlos Agrazar. Empezó a prepararse.

-Desde el principio vi su potencial. Tiene talento como de hombre -dice Agrazar, que la acompañó en Cartagena.

Los primeros años fueron de sacrificio. Pascal peleaba donde fuera para mostrarse, gratis o por escasos treinta dólares (como sucedió en Nicaragua). Pasaba días sin comer, dormía en el piso de un estadio. Pero la alimentaba el ansia de ser campeona. Y lo logró contra la colombiana Liliana Palmera, en el 2001. En su récord oficial hay diez peleas, todas ganadas. "Nunca le hacen daño", dice Agrazar.

-¿No ha perdido?

Ana se da la bendición antes de contestar:

-Una vez, con un varón.

En el ring se ha enfrentado con hombres en dos ocasiones. Una con José Español: "Perdí, pero no me derribó, no me noqueó". Otra con Eric Sandoval: "Era empate, pero los jueces se la dieron a él".

Peleó con ellos porque las boxeadoras planilladas al final no llegaron. Muchas le temen. La hija de Muhammad Alí, Laila, no ha querido enfrentársele. "Por su fisonomía, muchos promotores no la quieren. Eso limita su carrera", explica el entrenador.

Ana habla de su apariencia y cuenta que su mamá era bonita. Se lamenta por no tener una foto para mostrarla. "Yo salí parecida a mi papá".

-¿Está casada?

-De eso yo no digo nada -y apresura la mecedora.

No tiene hijos. Vive en un barrio humilde de Ciudad de Panamá y cuando no pelea trabaja como entrenadora. A mediados del año pasado, su nombre fue noticia por las heridas de arma cortopunzante que sufrió en el estómago y en los muslos, al parecer causadas por una amiga. "Pensé que no iba a poder pelear más -dice Agrazar. Por suerte las heridas no afectaron los nervios".

Su entrenador cuenta que detrás de esa imagen de invencible hay una mujer tierna. "Los niños la quieren mucho. Es muy humana". Ana prefiere no hablar de debilidades ni sensiblerías. Todo lo relaciona con boxeo: "El ring no me da miedo. Siento ansiedad de que suene la campana".

-¿Pero a qué le teme?

-Me gustan los leones -dice y detiene la mecedora. Se va.

MARÍA PAULINA ORTIZ
Redactora de EL TIEMPO
Foto cortesía: Manuel Pedraza / EL TIEMPO

Por birria

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